jueves, 19 de agosto de 2010

Enunciación # 9

Quitiplás

Que a mí no me gusta eso, señorita, dije y ahora me da mucho miedo. El otro día saqué y me robó plata, entonces ahora prefiero hacerlo por aquí, no se complique. No, porque es mejor aquí ahora que está clarito, sabe y uno no se asusta. Yo sé que no hay cola pero hágamelfavor y no se complique, deme mi platica y yo me voy ahora. Y yo que le decía la vuelta y se quedaba dándole al timbre para que cambiaran el número y ya no había cajero en la 7, 8 y 9 porque no había aire. Tanto que me obligó a moverme porque y que no podía colaborar que en otro lado y que la cosa se iba a quedar así, señor, por favor muévase y dale y dale al timbre para que cambiaran de número. Tanto que cuando volteé ya no había cajero en la 2, la 4 y 5 y entraba pura brisa que te atraganta y te da en la espalda la piedra honda de la soledad egoísta y unas viejas con corsé y período que se amontonaban viéndome así y yo así viéndolas y guiñando todo, como diciendo putas y yo con tanto miedo que recurrí al volumen. Ajá, como un golpe, pero trayendo polvo porque si una vez te roba plata te va a seguir sacando y la sordera es una mierda que se le pega a los uniformados, dije y se cerraron las cejas tanto como las santamarías y yo que me hiciera el favor de darme la plata, sabe porque estoy muy cansado y me daba miedo que me quitaran más y el timbre ya no sonaba así le diera tiquiquitiqui y el salón vacío y el salón vacío y el salón vacío. Así sí el proceso con trompeta y trancao´ y toda la patria bonita, pero sin bochinche ni colores, dije mientras se iban acercando al paso independentista y la gloria del ciego que no ve y no tiene miedo alguno de que lo agarre la vuelta y le ruede el corazón pa´ un lado, dije y miro y ya no quedaba nadie en la oficinita y en la 1, la 3 y la seis, que estaba muy asustado, que con azúcar o papelón se calmaba todo pero no entendían. Tanto miedo contagioso que se les puso en los ojos porque no entendían que todo bajaba poco a poco sin número y siendo el centro de una rueda que si se asusta dispara. Todo bajaba tan lento que rezó el de los bigotes y se mordió el labio tres veces y yo devoto de San Miguel Arcángel y la raya y los números pares, dijo y bajaba más lento que yo. Puede ser, pero uno no sabe quién piensa como uno y te ayuda o si el calor, señor, que no y los nervios son razón de lo que se puede y el miedo, carajo, dice dándole al martillo eterno de los timbres que cambian de turno de tiempo de país y de verbo y te asustas con él que no entendía nada por el susto y se quedó viendo la mano que ya no se abatía contra el pecho ni dormía a Elvira ni pretendía sudor o trabajo ni era la mano fiel ni la mano perdida ni la que reconoce el guajiro de tu piel ni la mano que golpeaba a la otra mano ni tenía miedo y ya no se persigna ni la que te busca ni la que te pinta ni la que aplaude sola cuando se nos pone fría en la cola del andén. Ni la mano roja ni la mano blanca.