domingo, 12 de abril de 2009

Turiyica, Reina de Purique y Carayaca.


La cena fue más temprano y más concurrida de lo normal, había una cara que me llamó la atención. Cuando entré ya estaban todos comiendo, era una situación propicia, por la tilde familiar del momento, para rescatar el polvo de los baúles que se recoje y se vuelve a echar. Vino, pero el blanco, prudencia hasta donde nos daba y un plato de comida libanesa que te hacía repetir una y otra vez. La cara que me seguía llamando la atención era un rostro largo y pálido, con dos ojos pequeños y constantemente brillantes, aguados. La nariz que le seguía el baile a la forma de la cara y el pelo peinado de adjetivo, completaban una figura insospechada, alguien al que uno jamás podría adjudicarle semejante don como el de la palabra. La maravillosa virtud de convertir las situaciones rituales de una vida en su semblanza, en un episodio cargado de su idiosincracia, de sus furias, de sus memorias.

Turiyica se autodenominaba un ser puro, decía que de su mezcla provenía una raza entera, nueva, pura. Un ser Arabeiberoafroaborigen. Por eso encantaba y se hacía dueña del nucleo conductor del conocimiento. Se permitía, sin quitarle peso a la falta, corregir y amoldar a sus tamaños, el inocente saco de la Historia. Decía que tenía mil años. La única mujer sin mapa.

Nombraron a alguien que no conocía, pero por la mirada inmediata como reacción a su nombre, supe que se recordaba con luto. Lo nombró un primo de mi anfitriona que, mas allá de haberlo conocido ahí, me causaba cierta intriga su presencia. Tenía algún temor explícito por profundizar en el cuento, algo que de reojo veía como un peligro inminente bajo el contexto del relato. Lo dijo casi susurrando, con tono de culpa y sabiendo que de fallar no había vuelta atrás, pero lo dijo, y lo dijo en Verso, lo pronunció irremediable, lo invocó. El señor había presionado un gatillo. Turiyica lo escucha todo. Ella ha vivido mil años.

Comenzó a columpiar la mesedora justo cuando volteó, sabía que se había escapado, de alguna membrana de imprudencia, la palabra más grave de su vocabulario; la Muerte. Me llamó la atención como aparecían las manos a la luz pública por primera vez, las subío al mismo tiempo para pedir la palabra y a su vez prender un cigarro. Todos se alertaron, Turiyica le llamaba la atención a la opinión. Sentí un suspiro, de esos últimos. Me tomaron más fuerte de la mano y el señor se recostaba de la silla para prevenir el golpe. Turiyica conocía mejor la Historia, a su gusto y oleaje.

jueves, 9 de abril de 2009

Nicolás Manzano: Del Arte Como Cualquier Cosa.

A pesar de permanecer en piloto automático y herméticamente sellado a cierto tipo de comentarios, cuando estos se hacen repetidos parece que de alguna manera me adentran en un tema poco agradable de mencionar.

Bien podríamos estar hablando de un enfrentamiento entre la justificación del arte como cualquier cosa, y un sector que quiere tener el control sobre la cultura teniendo un listado parámetros para pertenecer a su élite.Lo curioso es que en ambos casos hay gente en busca de diferenciación.

La constante búsqueda de la verdadera voz artística puede llevar mucho tiempo, en el cual es clave tener la mente clara para ser analíticos con el trabajo propio y su evolución, y no en una constante defenza ante cualquier crítica. Es preferible seguir intentando y ocupar el tiempo en ello a que la misma necesidad de agrado te lleve a tratar de encajar en un perfil social del artista donde tengas que asistir a sitios que no frecuentas y amoldar tus intenciones iniciales ante una numerosa cantidad de gente que llama ¨Intenso¨ a lo que desconoce o a lo que sencillamente sale de su mundo de diversión de fin de semana, que es peligrosamente disfrazado por un orgulloso sentido de pertenencia en esta generación marcada por la constante necesidad de atención del individuo:los selectors (dj..s),Los numerosos perfiles personales en internet y las ¨autopics¨.